Introducción: En el mundo de la peluquería profesional, dominar la terminología técnica es fundamental. Los salones emplean un vocabulario específico para describir técnicas, procesos y herramientas con precisión. Este glosario extenso, organizado por categorías (coloración, corte, herramientas, tratamientos y química capilar), recopila los términos clave utilizados en salones de peluquería junto con sus definiciones detalladas. Master Hair Academy, como academia referente en peluquería profesional, presenta este compendio para ayudar a estilistas y aprendices a familiarizarse con el lenguaje técnico del sector. A continuación, encontrarás las principales expresiones que todo profesional debe conocer, organizadas en categorías para una consulta más sencilla.
La coloración es una de las áreas más técnicas en peluquería, con numerosos términos específicos. Abarca desde las técnicas para cambiar el color del cabello hasta los productos y procesos químicos involucrados. A continuación, definimos los términos de coloración más utilizados en los salones profesionales:
Tinte permanente (coloración oxidativa): Coloración capilar de larga duración que penetra en la fibra del cabello. También conocido simplemente como tinte, es un producto que requiere mezclarse con un oxidante (generalmente peróxido de hidrógeno) para desencadenar una reacción química. Esta reacción abre la cutícula del cabello y altera la melanina (pigmento natural), depositando nuevos pigmentos en el córtex. El resultado es un cambio de color permanente, que permanece hasta que el cabello crece o se corta. Es la técnica empleada para cubrir canas y cambiar drásticamente de color, ofreciendo resultados estables.
Coloración semipermanente (baño de color): Tinte de duración limitada que no altera de forma permanente la estructura del cabello. A diferencia del tinte oxidativo, no contiene amoníaco ni requiere un revelador fuerte, por lo que sus pigmentos se depositan superficialmente o penetran ligeramente en la fibra capilar. Proporciona color al cabello que se va desvaneciendo con los lavados (suele durar entre 4 y 12 lavados, dependiendo del producto). Es ideal para realzar el tono, aportar reflejos o matices temporales, o dar brillo, sin comprometer tanto la salud del cabello. Este tipo de coloración no aclara el tono base, solo añade o modifica el reflejo, por lo que se utiliza sobre cabellos de color igual o más claro que el deseado.
Decoloración: Proceso químico mediante el cual se aclara el pigmento del cabello de forma intensa, eliminando tanto el color natural (melanina) como pigmentos artificiales de tintes previos. Se realiza aplicando un decolorante (generalmente polvo decolorante con persulfatos) mezclado con peróxido de hidrógeno de determinado volumen, lo cual abre la cutícula y oxida la melanina hasta hacerla incolora. La decoloración es la base para lograr rubios muy claros o colores fantasía vibrantes, ya que deja el cabello en un tono muy claro (amarillo pálido si se lleva al máximo). Su uso requiere alta pericia, pues es uno de los procesos más agresivos: debilita la fibra capilar y puede causar daño si no se controla el tiempo o la concentración del oxidante. Tras una decoloración, es habitual aplicar un matizador para obtener el tono final deseado.
Mechas: Técnica de coloración parcial en la que se seleccionan secciones o mechones del cabello para aclararlos o darles un tono diferente al resto. Las mechas aportan contraste y luminosidad, creando dimensión en el peinado sin teñir todo el cabello. Existen diferentes tipos de mechas en peluquería profesional: las mechas tradicionales se realizan envolviendo los mechones en papel de aluminio junto con el producto aclarante o tinte, logrando un aclarado definido desde la raíz; las mechas localizadas pueden hacerse con gorro (sacando mechones con una aguja) o a mano alzada. Las mechas pueden ser sutiles o de alto contraste según el resultado deseado. Añadir mechas es una forma muy común de iluminar una melena, combinar varios tonos (por ejemplo, rubios y castaños) o disimular canas mezclándolas con cabellos aclarados.
Balayage: Técnica de coloración muy popular que consiste en barrer el color a mano alzada sobre el cabello. El término balayage proviene del francés (“barrido”) y describe cómo el estilista aplica el producto decolorante o tinte directamente con una brocha, sin usar papel de aluminio, generalmente desde medios hasta puntas. Se busca un efecto degradado suave y natural: la raíz permanece más oscura y las puntas se aclaran gradualmente, imitando cómo el sol aclararía el pelo de forma espontánea. El resultado son reflejos difuminados que se integran con el tono base, aportando luz sin marcas bruscas. El balayage ofrece un look muy natural y de bajo mantenimiento, ya que al crecer la raíz no se ve una línea de demarcación marcada. Por su versatilidad, permite personalizar la distribución de las mechas según el corte y el rostro de la persona.
Ombré / Californianas: Técnicas de coloración en degradado de oscuro a claro, concentrando la mayor claridad en las puntas. Ombré es un término francés que significa “sombreado” y hace referencia a un estilo donde la mitad superior del cabello permanece en un tono más oscuro y las puntas se aclaran significativamente, creando una transición visible. Las mechas californianas son una variante muy conocida del efecto ombré: inspiradas en el look surfero de California, presentan puntas muy claras (rubio muy claro o incluso decoloradas) mientras la raíz y medios se mantienen oscuros, logrando un contraste marcado. La diferencia entre ombré y californianas suele ser de graduación: en las californianas el contraste es intencionalmente alto (puntas casi rubio platino y raíces castañas, por ejemplo), mientras que en un ombré clásico el degradado puede ser algo más suave. Ambas técnicas otorgan un estilo moderno de puntas bañadas por el sol, y al igual que el balayage, reducen la necesidad de retoques frecuentes en la raíz.
Babylights: Tipo de mechas ultrafinas y sutiles que buscan imitar el efecto natural del sol en el cabello de los niños pequeños (de ahí el nombre baby-lights, “luces de bebé”). Se toman secciones muy pequeñas de cabello y se aclaran ligeramente, generalmente en tonos rubios o dorados, distribuyéndolas de manera uniforme por toda la melena. Debido a lo finas que son, se mezclan perfectamente con el resto del pelo, logrando un resultado muy natural, de cabello besado por el sol, con reflejos apenas perceptibles pero que añaden luminosidad. Las babylights suelen aplicarse con papel de aluminio dada su técnica minuciosa, y el proceso es laborioso porque implica trabajar con muchos mechoncitos. El resultado vale la pena: aporta brillo y profundidad sin que se note que hay “mechas” evidentes. Es una técnica preferida para quienes quieren iluminar su cabello de forma discreta o complementar otros trabajos de color (como un balayage) añadiendo reflejos adicionales.
Matiz / Matizador: En coloración, el matiz se refiere al tono específico o reflejo de un color (por ejemplo, rubio ceniza vs rubio dorado son rubios de distinto matiz). Sin embargo, en el lenguaje de salón, matizador (o toner, en inglés) suele designar un producto de coloración suave aplicado después de una decoloración o mechas para neutralizar o ajustar el tono. Tras aclarar el cabello (ya sea con decoloración global o mechas), es común que queden reflejos no deseados – amarillos, anaranjados – debido a la melanina residual. El matizador es una coloración semipermanente o demipermanente de tonalidad opuesta que corrige esos reflejos: por ejemplo, un matizador violeta se usa para neutralizar amarillos, uno azul para naranjas, etc. También se utiliza para aportar un tono específico sobre una base rubia, como convertir un rubio muy claro en perla, champagne, beige, rosado, etc. El matizador se deja actuar pocos minutos y deja el cabello con el matiz deseado, completando así el proceso de coloración profesional. Es una herramienta imprescindible para conseguir rubios fríos o tonos precisos tras unas mechas.
El corte de pelo profesional va mucho más allá de “cortar puntas”. Existen técnicas específicas para lograr distintos efectos de forma, volumen y textura en el cabello. Conocer estos términos permite entender y comunicar cómo será el resultado de un corte. A continuación, se presentan algunas técnicas y estilos clave en corte de cabello:
Corte en capas (capeado): Técnica de corte en la que el cabello se corta a diferentes longitudes superpuestas, formando “capas”. Las capas pueden ser más cortas en la parte superior y largas abajo, o distribuidas de diversas maneras, según el efecto deseado. ¿El objetivo? Aportar movimiento, volumen y textura. Un corte en capas bien hecho puede dar sensación de melena más abundante en cabellos finos (añadiendo volumen en la coronilla) o al contrario, aligerar cabellos muy densos (reduciendo peso en las puntas). También ayuda a que el pelo se adapte mejor a la forma del rostro: por ejemplo, capas alrededor de la cara pueden suavizar facciones. Es un estilo muy versátil, presente en infinidad de peinados desde capas largas sutiles hasta cortes escalinados marcados.
Corte degradado (fade): Término originado en la barbería que se ha vuelto común para describir cortes con degradación progresiva de longitud. Consiste en llevar el cabello de más a menos, creando una transición suave (sin líneas bruscas) desde una zona con pelo más largo hacia zonas casi rapadas o muy cortas. El ejemplo típico es el fade masculino en los costados y nuca: el pelo de la sien puede comenzar medio centímetro y va disminuyendo gradualmente hasta la nuca donde puede estar afeitado al cero. Lograr un buen degradado requiere técnica de difuminado, a menudo combinando máquina y tijera sobre peine para que no se noten “escalones”. El resultado es un acabado pulcro y moderno. Existen variantes como el low fade (degradado bajo, empieza cerca de la oreja), mid fade o high fade (más alto). También en cortes femeninos undercut o pixie se utiliza el degradado en la nuca para un acabado más suave.
Corte bob: Estilo de corte clásico y atemporal que sigue siendo tendencia en salones. El bob tradicional se caracteriza por llevar el cabello aproximadamente a la altura de la mandíbula (lóbulo de la oreja o mentón), con la nuca ligeramente más corta y la parte frontal un poco más larga, creando una línea recta o ligeramente inclinada. Existen muchas variaciones: bob recto, bob asimétrico (un lado más largo que otro), long bob o lob (un bob a la altura de los hombros o clavícula), bob con flequillo, bob con ondas (wavy bob), etc. Es un corte muy versátil que puede adaptarse a distintas texturas de cabello. El bob aporta inmediatamente un aspecto moderno y elegante, enmarca el rostro y es relativamente fácil de peinar. Por eso ha sido un corte “de moda” recurrente en distintas épocas. En la peluquería profesional, saber hacer un bob preciso (simetría, buen acabado en la línea de base) es esencial.
Corte pixie: Estilo de corte muy corto para mujer, que deja el cabello por encima de la nuca y las orejas, típicamente con los laterales y parte trasera muy rebajados y la parte superior ligeramente más larga. El corte pixie crea un look audaz, fresco y juvenil, exponiendo las facciones. Suele peinarse dando textura hacia arriba o de lado, aprovechando el poco largo superior. Aunque es corto, no es uniforme: un buen pixie mantiene cierta longitud en la coronilla o flequillo para estilizar, mientras perfila bien la nuca y patillas. Este corte requiere precisión en el degradado y en el contorno, ya que al ser tan corto cualquier detalle se nota (por ejemplo, transición suave en patillas, acabados limpios en nuca). El pixie se popularizó por iconos de moda y sigue vigente porque es práctico (requiere poco mantenimiento diario) y puede ser muy sofisticado con el styling correcto. Para el estilista, dominar el pixie implica controlar tanto tijera como maquinilla para lograr un acabado perfecto.
Desfilado (efilado): Técnica de corte cuyo objetivo es reducir volumen y dar ligereza al cabello, especialmente en puntas y medios, creando un efecto de degradado suave en el mechón. El desfilado se realiza deslizando la tijera abierta por el cabello, haciendo cortes parciales, o utilizando una navaja especial; de este modo se consigue que algunas hebras queden más cortas que otras de forma gradual, en lugar de un corte recto contundente. El resultado son puntas menos densas, con un acabado más fino o puntas desvanecidas. Esta técnica se usa para evitar que el pelo tenga una caída pesada, facilitando movimiento y textura. Por ejemplo, en un cabello muy grueso, desfilando las puntas se logra quitar ese “bloque” de peso en la base. También se utiliza para fundir capas entre sí o para dar un aspecto desenfadado (por ejemplo, en cortes tipo shaggy). Es una habilidad importante: un desfilado bien hecho proporciona naturalidad, mientras que un mal uso de la navaja o tijera puede maltratar el cabello o crear huecos.
Undercut: Término en inglés adoptado también en español para describir un estilo de corte en el cual una sección inferior de la cabeza se lleva mucho más corta o rapada, mientras la parte superior se deja larga. Literalmente significa "corte por debajo". Un ejemplo típico es rapar los laterales y nuca (incluso al cero) y dejar el cabello de la corona largo, que puede luego caer y cubrir en parte el rapado. El undercut se ha visto tanto en cortes masculinos vanguardistas (combinado con pompadour, moños, etc.) como en estilos femeninos alternativos, donde una mujer puede llevar la nuca rapada oculta bajo una melena larga, visible solo si recoge el pelo. Este contraste de longitudes aporta un toque muy moderno y personalizado. Requiere habilidad para decidir la altura y extensión del área rapada según la forma de la cabeza y el peinado deseado. El undercut también facilita manejar menos volumen en la nuca para cabellos muy abundantes, o simplemente añadir un detalle de diseño (al rapar, a veces se realizan dibujos o patrones). Es un término ya común en la jerga de salón cuando se discuten cortes arriesgados o diferenciales.
Flequillo: Conocido en otros países como cerquillo o fleco, el flequillo es la sección frontal del cabello que cae sobre la frente. Aunque un flequillo en sí es parte de un corte más que una técnica independiente, en peluquería se considera un elemento clave con terminología propia debido a sus múltiples formas: flequillo recto (corto a la altura de las cejas, cubriendo toda la frente), flequillo desfilado o ligero, flequillo de cortina (abierto al medio y más largo en los lados), baby bangs (flequillo muy corto por encima de las cejas), flequillo lateral largo, etc. Cada tipo de flequillo cambia la apariencia del rostro y requiere técnicas de corte distintas: por ejemplo, para un flequillo recto pulido se usan cortes precisos en línea recta; para un flequillo desfilado se utiliza la tijera en diagonal para aligerar. Un estilista profesional debe saber adaptar el flequillo a la forma de la cara, la textura del cabello y el estilo deseado. Por ello, términos como “flequillo cortina” o “microflequillo” son comunes en el salón al hablar con clientes. Lograr que el flequillo quede con la densidad y largo adecuado es crucial, pues es una parte muy visible del corte.
En un salón profesional se emplea un arsenal de herramientas especializadas. Cada herramienta tiene un propósito específico para cortar, peinar, colorar o tratar el cabello. Conocer sus nombres y usos permite entender el trabajo del estilista y la preparación técnica detrás de cada servicio. A continuación, se describen las herramientas clave de peluquería profesional:
Tijeras de entresacar (tijeras de vaciado): Tipo especial de tijeras utilizadas para reducir volumen y dar textura sin alterar significativamente el largo. A diferencia de las tijeras de corte normales (que tienen dos hojas lisas y cortan todo el mechón), las tijeras de entresacar tienen una o dos hojas con dientes como peine. Al cerrar las tijeras, esos dientes dejan pasar solo parte del cabello y cortan mechones intercalados. Esto permite vaciar el cabello: quita densidad en zonas muy tupidas, elimina peso excesivo y mezcla secciones para que no queden líneas de corte marcadas. Son ideales para cabellos gruesos o con mucho volumen, logrando que el peinado final tenga movimiento y se acomode mejor. El uso correcto de estas tijeras requiere criterio: hay que decidir dónde entresacar (por ejemplo, en capas internas) para no crear huecos visibles. En manos expertas, las tijeras de entresacar afinan el estilo y dan acabados profesionales, evitando que el corte luzca tosco o demasiado pesado.
Navaja de peluquería: Herramienta de corte con una hoja afilada (similar a una cuchilla de afeitar) empleada para técnicas específicas. La navaja se usa deslizando la cuchilla a lo largo del mechón de cabello, en un ángulo, para ir cortando de manera progresiva. Esto permite lograr efectos muy desfilados y suaves, ya que los cabellos no quedan todos de la misma longitud sino ligeramente irregulares. La navaja crea puntas ligeras, texturiza y resta volumen, por lo que es común utilizarla en cortes modernos donde se busca un look desenfadado. Por ejemplo, en un corte tipo shag o en capas muy dinámicas, la navaja ayuda a que el cabello se vea más ligero. Sin embargo, su uso requiere mucha destreza: un mal movimiento puede cortar demasiado o dejar el pelo con sensación áspera. Además, debe usarse en cabello húmedo (para que deslice bien) y con cuchillas muy afiladas para no maltratar la fibra. En resumen, la navaja es una herramienta valiosa para los estilistas, capaz de crear texturas únicas, pero demanda práctica para dominarla.
Máquina de cortar pelo (maquinilla eléctrica): Herramienta eléctrica indispensable, sobre todo en barbería y en cortes masculinos. Conocida coloquialmente como cortapelos o maquinilla, cuenta con cuchillas oscilantes y peines guía (guardas) de distintos tamaños que determinan la longitud del corte. La máquina permite cortes muy cortos y uniformes de forma rápida, como rapar al “número 2” o “al cero”. Se utiliza para degradados (fade), para bajopeinados (undercuts) y para rebajar zonas amplias con precisión milimétrica. Los peines guía suelen numerarse (por ejemplo, #1 = 3 mm, #2 = 6 mm, etc.) indicando la longitud de pelo que quedará. También se emplea directamente sin peine para perfilar contornos (patillas, nuca) obteniendo un afeitado muy al ras. En peluquería profesional, dominar la máquina es esencial en cortes de caballero y estilos contemporáneos. Ofrece rapidez y exactitud difícil de lograr solo con tijera. No obstante, conseguir un acabado profesional con maquinilla implica saber combinarla con tijera para difuminar líneas y adaptarse a la forma del cráneo, evitando escalones.
Secador de pelo profesional: Aparato eléctrico que expulsa aire caliente (y a veces frío) a distintas intensidades. El secador es una herramienta básica para secar y peinar el cabello tras el lavado. Un secador profesional tiene mayor potencia y control de temperatura/velocidad que los domésticos, permitiendo un secado más rápido y resultados de peinado más pulidos. Se utiliza junto con cepillos para realizar el brushing (alisado o moldeado con cepillo y calor), dando forma al peinado mientras se elimina la humedad. También sirve para aportar volumen (dirigiendo el aire a la raíz levantada), alisar cabellos rizados estirándolos con la tensión del cepillo, o definir rizos usando difusor. Es importante manejar la distancia y temperatura para no dañar el cabello: en salones se suele combinar aire caliente para dar forma y un golpe de aire frío al final para fijar el peinado y dar brillo (ya que el aire frío cierra la cutícula). El secador, en manos de un profesional, puede transformar la textura del cabello temporalmente: de rizado a liso, de lacio a con ondas, etc., con la técnica adecuada.
Difusor: Accesorio circular que se acopla a la boquilla del secador, dotado de una superficie ancha con orificios y púas. Su función es suavizar y dispersar el aire que sale del secador, distribuyéndolo de manera menos concentrada. Se emplea principalmente para secar cabellos rizados u ondulados, ya que evita que el chorro de aire rompa la forma natural del rizo. Al apoyar el difusor cerca de la cabeza, las púas ayudan a sostener los rizos y el aire se reparte uniformemente, logrando que el cabello se seque manteniendo la definición de los bucles y con menos encrespamiento (frizz). El resultado son rizos más formados, elásticos y con volumen controlado, a diferencia de secarlos al aire libre (pueden quedar muy aplastados) o con secador normal (se alborotan). También es útil para dar volumen a cabellos finos en la raíz, usando el difusor con movimientos circulares suaves. En resumen, el difusor es un complemento sencillo pero clave para potenciar peinados rizados en salón, logrando un acabado natural y bonito que muchas clientas de cabello rizado aprecian.
Plancha de pelo (alisador): Herramienta eléctrica formada por dos placas planas y calientes que se usan para alisar el cabello mediante calor. La plancha profesional alcanza altas temperaturas (generalmente entre 180°C y 230°C) y, al pasar las mechas de cabello entre las placas cerámicas o de titanio, modifica temporalmente la estructura del cabello dejándolo liso y brillante. Es fundamental deslizarla lentamente y en secciones finas para obtener un alisado uniforme desde la raíz a puntas. Además de alisar, las planchas se emplean con técnicas particulares para crear ondas o rizos sueltos (enrollando el mechón sobre la plancha a modo de tenacilla) o para pulir flequillos y puntas hacia adentro/afuera. En el salón, la plancha se usa tras un secado rápido para conseguir acabados muy lacios (alisado tabla) o en tratamientos como la keratina y la cauterización, donde se sella el producto con calor. Es importante usar protectores térmicos antes de planchar, pues la alta temperatura puede dañar la fibra capilar. Gracias a la plancha, incluso los cabellos más rebeldes pueden lucir lisos y sedosos; por ello es una herramienta casi omnipresente en peluquería profesional actual.
Tenacillas (rizador): Herramienta cilíndrica calentada, diseñada para rizar o ondular mechones de cabello. Las tenacillas clásicas tienen forma de tubo metálico con un clip que sujeta el cabello mientras se enrolla alrededor del barril caliente. También existen rizadores sin clip (tipo wand o varita) donde el estilista simplemente sostiene la punta del mechón mientras lo calienta contra el cilindro. Disponibles en diversos diámetros, las tenacillas permiten crear distintos tipos de rizo: diámetro pequeño para rizos apretados o tipo tirabuzón, diámetros grandes para ondas suaves o estilo beach waves. El estilista elige el tamaño adecuado según el look deseado. Al enrollar el cabello y calentarlo unos segundos, la cutícula se moldea tomando la forma curva; al enfriar, el rizo se define y se puede fijar con spray. Esta herramienta es esencial para peinados de fiesta, bucles en novias, o simplemente para dar cuerpo a cabellos lacios. Requiere técnica para rizar de forma consistente (dirección del rizo, tiempo de calor) y siempre se debe proteger el cabello del calor. Las tenacillas profesionales ofrecen calor uniforme y recubrimientos cerámicos para cuidar la fibra, logrando rizos duraderos y definidos.
Peine de cola (peine de púa fina): Peine de dientes finos y juntos que incorpora una cola o punta larga y delgada en uno de sus extremos. Este diseño lo convierte en la herramienta por excelencia para seccionar y dividir el cabello con precisión. En trabajos técnicos de salón, como realizar mechas, tintes o cortes, es imprescindible separar el cabello en secciones limpias: la cola del peine (a veces llamada “cola de ratón”) actúa como un puntero que permite trazar rayas rectas en el cuero cabelludo y apartar mechones. Los dientes finos, por su parte, desenredan suavemente mechones pequeños y alisan cada sección que se va a trabajar. Por ejemplo, para hacer mechas con papel, se usa el peine de cola para tomar finas láminas de cabello de forma alterna (técnica de zigzag). En cortes, ayuda a peinar perfectamente una sección antes de cortar con tijera de precisión. También es útil al hacer recogidos o peinados elaborados para ir separando mechones y fijarlos. En resumen, el peine de cola es una herramienta simple pero fundamental para el orden y la exactitud en cualquier servicio de peluquería, funcionando casi como la “extensión de la mano” del estilista al preparar el cabello.
Paletina y bol de tinte: Conjunto de utensilios básicos para los trabajos de coloración y tratamientos. La paletina es una brocha plana de cerdas (sintéticas, resistentes a químicos) que se usa para aplicar tintes, decolorantes, matizadores u otros productos de manera uniforme. Gracias a su forma, permite tomar la mezcla del bol y distribuirla sobre el cabello, pintando cada sección con precisión: por ejemplo, para cubrir bien las raíces o saturar un mechón en mechas. El bol de tinte, por su parte, es un recipiente (generalmente plástico, para que los químicos no reaccionen, y con medidas en ml) donde se preparan las mezclas de coloración: en él el profesional combina el tinte con el oxidante, o el polvo decolorante con el revelador, removiendo hasta obtener una mezcla homogénea. Tanto bol como brocha suelen tener diseños prácticos: el bol puede traer agarradera o base antideslizante; la paletina a veces incorpora un extremo en punta que sirve a modo de peine de sección. Sin estos elementos, sería imposible realizar un trabajo de color limpio y controlado. Son tan cotidianos en un salón como el pincel para un pintor, permitiendo que el estilista “pintele” el cabello de manera profesional, mezclando y aplicando los productos con la consistencia y precisión requeridas.
Cepillo redondo térmico: Herramienta cilíndrica con cerdas alrededor, utilizada principalmente durante el secado con secador para moldear el cabello con forma. Los cepillos redondos profesionales vienen en distintos diámetros (pequeños para rizos marcados o cabello corto; grandes para alisar o dar volumen en cabellos largos). Sus cerdas pueden ser naturales (como de jabalí) o de nylon, y a menudo el cilindro es metálico o cerámico con orificios: esto permite que el calor del secador se distribuya a través del cepillo, actuando casi como un rodillo caliente (térmico). Se usa introduciendo el cepillo bajo una sección de cabello y estirando desde la raíz mientras se aplica aire caliente; al girar el cepillo, se alisa el cabello y se le puede dar curva en las puntas o crear ondas según el movimiento que se haga. Con la técnica de brushing, el cepillo redondo logra acabados muy pulidos: por ejemplo, un brushing clásico deja el cabello liso con puntas hacia adentro o afuera, o se pueden crear ondas estilo blowout con mucho volumen. El estilista coordina mano y secador para elevar raíces (dando volumen) y alisar largos simultáneamente. Un cepillo redondo adecuado y buena técnica permiten peinados con brillo, forma y cuerpo que diferencian el trabajo profesional del logrado en casa.
Además de cortar y colorear, los estilistas profesionales aplican tratamientos específicos para mejorar la salud, la textura o la forma del cabello. Estos tratamientos van desde procedimientos químicos que alteran la estructura capilar hasta terapias de cuidado profundo que restauran la vitalidad del pelo. A continuación, explicamos los términos de tratamientos capilares más frecuentes en peluquería profesional:
Tratamiento de keratina (alisado con keratina): Procedimiento destinado a disciplinar, alisar y des-frizzar el cabello mediante la aplicación de keratina hidrolizada u otras proteínas, combinado con agentes químicos alisadores suaves y calor. Popularmente conocido como alisado brasileño (ya que esta técnica se originó en Brasil), el tratamiento de keratina consiste en impregnar el cabello con un producto rico en keratina y normalmente un formaldehído o sus derivados en baja concentración (aunque hoy existen versiones sin formol). Luego se seca el cabello y se plancha a alta temperatura para sellar la keratina en la fibra capilar. ¿El resultado? Cabello mucho más liso, suave y sin encrespamiento, con brillo espejo, que mantiene estas cualidades por varios meses (3–5 meses típicamente). Importante destacar que la keratina en sí misma nutre y fortalece, pero el efecto lacio viene de los agentes químicos que rompen parcialmente los enlaces del cabello y los vuelven a unir en forma más recta durante el planchado. Tras el tratamiento, se recomienda usar champús sin sulfatos para prolongar el efecto. Este servicio es muy solicitado por personas con cabello rebelde o con mucho frizz que desean bajo mantenimiento diario. Si bien no deja una laciosidad permanente (con el tiempo el cabello vuelve a su estado natural desde la raíz), sí facilita enormemente el peinado y mejora la apariencia del pelo dañado.
Bótox capilar: Tratamiento intensivo de reparación e hidratación profunda que busca rejuvenecer el cabello, mejorando su textura y apariencia sin alterar su forma natural. A diferencia del nombre, no contiene toxina botulínica; se llama “bótox” por analogía con el efecto rejuvenecedor que tiene en el pelo. Un bótox capilar típico está compuesto por una combinación de ingredientes nutritivos: vitaminas, aminoácidos, colágeno, proteínas (a veces keratina en menor medida), aceites y ácido hialurónico, entre otros. Esta mezcla se aplica sobre el cabello (tras lavado con champú clarificante que abre la cutícula) y penetra en el córtex capilar, rellenando las zonas dañadas de la fibra, aportando hidratación y nutrientes. Luego, según el producto, se suele sellar con calor moderado o dejar un tiempo de exposición y enjuagar. El resultado es un cabello más suave, brillante, sin frizz y con puntas selladas, que luce más “jóven” porque recupera elasticidad y cuerpo. A diferencia de la keratina, el bótox no alisa químicamente el cabello ni rompe enlaces, por lo que el patrón de rizo u onda original se mantiene; únicamente se ve más controlado el volumen por la hidratación y peso agregado. Suele recomendarse para cabellos secos, quebradizos, dañados por color o decoloración, devolviéndoles vida sin procedimientos agresivos. El efecto dura varias semanas (6–8 semanas dependiendo de cuidados), y es acumulativo con repetición periódica. Es un tratamiento muy apreciado porque mejora la calidad del cabello visiblemente sin riesgo de daño, apto incluso para cabellos con tratamientos previos.
Alisado japonés: Técnica de alisado permanente que modifica la estructura interna del cabello para dejarlo liso de forma duradera. Conocido también como alisado termal o retexturización termal, fue desarrollado en Japón (de ahí su nombre) y utiliza principios similares a la permanente rizada pero con el objetivo opuesto: alisar. El proceso implica aplicar en el cabello un producto químico a base de tioglicolato (u otro agente reductor) que rompe los enlaces disulfuro del córtex, responsables de la forma rizada u ondulada. Una vez el químico ha ablandado la estructura, el estilista procede a planchar el cabello mechón por mechón a alta temperatura, fijando el pelo en la posición lisa. Después de planchar, se aplica un neutralizante químico que restablece los enlaces en su nueva configuración, fijando así la forma lisa de manera permanente. El resultado es un cabello extremadamente lacio, como tabla, que permanece así incluso tras lavados; solo el nuevo crecimiento saldrá con la textura original, por lo que suelen necesitarse retoques en raíces cada varios meses. Este tratamiento brinda comodidad a quienes desean un liso permanente, pero es muy técnico y delicado: un error en tiempos o temperaturas puede dañar severamente el pelo. Por eso, debe realizarse por profesionales experimentados tras evaluar la salud del cabello (no se aconseja en cabellos muy decolorados o frágiles). Tras un alisado japonés, el cabello requiere cuidados suaves (productos sin sulfatos, mucha hidratación) porque aunque luce maravilloso, ha pasado por un proceso químico intenso.
Permanente (rizado permanente): Tratamiento químico clásico que permite rizar u ondular el cabello liso durante un período prolongado (meses). En la permanente, el cabello se enrolla en bigudíes o rodillos del grosor deseado (más fino para rizos pequeños, más grueso para ondas) y se aplica una loción permanente que contiene un agente reductor (como ácido tioglicólico o tioglicolato de amonio). Este químico rompe los enlaces disulfuro del cabello, haciendo que la hebra pierda su forma recta. Mientras el pelo está envuelto en los bigudíes, toma la forma en espiral. Tras un tiempo de exposición controlado, se enjuaga el químico y se aplica un neutralizante (generalmente a base de peróxido) sin quitar los rulos, lo que restaura los enlaces en la nueva forma curva. Finalmente se retiran los bigudíes y el cabello queda rizado, adoptando el diámetro de los rolos utilizados. El resultado es un rizo permanente que crece y se comporta como tal; con el tiempo se relajará un poco pero básicamente habrá que cortar para eliminarlo o hacer un proceso de alisado para revertirlo. Las permanentes modernas suelen incluir tratamientos acondicionadores para mitigar daños, pero siguen siendo agresivas: pueden resecar el cabello, por lo que después se recomienda nutrición intensiva. Este procedimiento, muy popular en décadas pasadas para lograr melenas rizadas voluminosas, sigue vigente en algunas versiones (ondas al agua, permanente digital) y requiere conocimiento de técnicas de enrollado y tiempos químicos por parte del peluquero.
Tratamiento de hidratación profunda: Categoría que engloba las mascarillas, ampollas y terapias nutritivas aplicadas en salón para mejorar la suavidad, el brillo y la elasticidad del cabello seco o dañado. Tras exposiciones a tintes, decoloraciones, planchas o simplemente por factores ambientales, el cabello suele necesitar un aporte extra de hidratación y lípidos. En el salón, el profesional puede recomendar un baño de crema intensivo: se utiliza una mascarilla capilar concentrada, a base de agentes hidratantes (glicerina, pantenol, aloe vera), aceites naturales (argán, coco, karité) y proteínas hidrolizadas, que se aplica mechón a mechón en todo el cabello húmedo, evitando la raíz si el cuero cabelludo es graso. Luego, a menudo se envuelve el cabello en una toalla caliente o se coloca al cliente bajo un climazón (vapor o calor moderado) durante 15-20 minutos para favorecer la penetración de los ingredientes en el córtex capilar. Finalmente se enjuaga. El resultado inmediato es un cabello más suave al tacto, con menos encrespamiento y mayor brillo, ya que la cutícula queda sellada y el córtex reabastecido de humedad. Las ampollas capilares son otro formato: vienen dosis únicas muy concentradas de activos que se aplican post-lavado y se dejan actuar unos minutos, logrando un efecto flash de reparación/hidratación. Aunque sus efectos no son permanentes (duran varios lavados), este tipo de tratamientos periódicos mejoran gradualmente la salud del cabello y complementan el cuidado en casa. En un contexto profesional, un buen diagnóstico capilar permite elegir el tratamiento hidratante más adecuado (reparador, anti-frizz, para puntas abiertas, etc.) según las necesidades específicas de cada melena.
Cauterización capilar: Tratamiento reconstructor intensivo, originario de Brasil, cuyo objetivo es reparar cabellos severamente dañados mediante la combinación de productos a base de keratina y la aplicación de calor para “sellarlos” en la fibra. Se le llama cauterización por analogía a sellar una herida: aquí se busca sellar la cutícula del cabello incorporando en él la keratina perdida. El proceso típico de cauterización comienza con un lavado profundo con champú antirresiduos para abrir bien la cutícula. Luego se aplica una fórmula concentrada de keratina líquida, colágeno y/o aminoácidos en todo el cabello. En seguida, sin enjuagar ese producto, se procede a secar con secador y después se plancha el cabello a temperatura alta mechón por mechón (similar a un alisado), para provocar que la keratina penetre y se fije dentro del córtex, “cauterizando” las zonas dañadas. Finalmente, dependiendo del sistema usado, se puede enjuagar o no, y frecuentemente se sella con una ampolla o serum final. Tras el tratamiento, el cabello luce más liso al tacto, muy brillante y con menor porosidad, pero es importante aclarar que la cauterización no es un alisado químico: el pelo puede quedar algo más disciplinado por la acción del calor y el peso de la keratina, pero no alteró sus enlaces de forma permanente. El principal beneficio es la regeneración capilar: cabellos frágiles, quebradizos y opacos recuperan elasticidad, fuerza y mejoran su apariencia. Es ideal para quienes han maltratado mucho su melena (decoloraciones sucesivas, etc.) y necesitan una restauración intensiva. Se aconseja no lavar el cabello en 48 horas y usar productos suaves posteriormente para prolongar el efecto. La cauterización, como otros tratamientos de keratina, tiene un efecto temporal (varias semanas a pocos meses) y puede repetirse según se requiera.
Desrizado (relaxer): Tratamiento químico utilizado para alisar cabellos muy rizados o afro de forma permanente o semipermanente, reduciendo considerablemente el rizo natural. El desrizado tradicional se realiza con productos alcalinos fuertes, típicamente a base de hidróxido de sodio o guanidina (para cabellos muy resistentes, común en alisados étnicos) o con fórmulas de tioglicolato (más suaves, similares a las de un alisado japonés pero aplicadas de otra forma). El procedimiento consiste en aplicar la crema desrizante en el cabello seco (no enrollado, a diferencia de la permanente) y estirar el cabello con un peine mientras el químico actúa. Este químico rompe los enlaces disulfuro y relaja la forma del cabello, que pasa de muy rizado a ondulado suave o liso, dependiendo del tiempo de exposición y la fuerza del producto. Una vez alcanzado el alisado deseado (constantemente monitoreado por el profesional), se enjuaga por completo y se aplica un champú neutralizante especial que detiene la acción del químico y restaura el pH, volviendo a establecer enlaces en la nueva forma más lisa. El resultado es un cabello mucho más manejable: generalmente desrizar no deja liso tabla a menos que el cabello original fuera solo ondulado; en cabellos afro suele quedar una onda muy floja o semi-lacio, que luego es fácil de alisar con secador. Este servicio ha sido tradicionalmente muy demandado en comunidades de cabello afro-texturizado para facilitar peinados. Debe ser realizado con sumo cuidado: un mal uso del desrizante (sobrepasar el tiempo o aplicar en cabellos debilitados) puede causar roturas severas o quemaduras en el cuero cabelludo. Además, requiere retoques en raíces cada cierto tiempo, pues el nuevo crecimiento saldrá con el rizo original. Tras un desrizado, el cabello necesita mucha hidratación y proteínas en su mantenimiento, para contrarrestar la sequedad que estos químicos suelen producir.
Reconstructores de enlaces (bond builders): Nueva generación de tratamientos técnicos diseñados para reparar los enlaces internos del cabello que se rompen durante procesos químicos agresivos como la decoloración. El término comercial más conocido es Olaplex (pionero en esta categoría), pero existen otros similares en diferentes marcas. Estos tratamientos contienen moléculas especiales (por ejemplo, el bis-aminopropyl diglycol dimaleate en Olaplex) que son capaces de localizar y reconectar los puentes disulfuro rotos en la fibra capilar. Se suelen usar de dos formas: añadidos a la mezcla decolorante o tintes (para proteger el cabello durante el proceso) y/o aplicados como tratamiento posterior al enjuagar el químico (para reconstruir y fortalecer). El efecto es que el cabello sufre menos daño, manteniendo su integridad pese a la agresión química. También pueden emplearse de forma independiente en cabellos muy dañados, como servicio de reparación profunda: constan de pasos en los que se aplica el reconstructor, se deja actuar y luego se sella. Tras un tratamiento de este tipo, el cabello se siente más fuerte, menos elástico cuando está mojado (señal de que tiene los enlaces reparados) y tiende a romperse menos. Si bien no son mágicos y no “reviven” cabello muerto, sí han revolucionado la peluquería al permitir llevar cabellos a rubios muy claros con mínima merma de calidad, algo antes impensable sin causar un corte químico. En el glosario profesional es común oír “plex” para referirse a estos reconstructores. En definitiva, son aliados químicos del peluquero moderno para preservar la salud capilar en trabajos exigentes.
La peluquería profesional se apoya en conceptos de química y ciencia capilar para entender cómo y por qué los tratamientos funcionan. Conocer la estructura del cabello y las reacciones químicas involucradas permite al estilista tomar decisiones informadas (como elegir la fórmula adecuada o el tiempo de exposición correcto). En esta sección explicamos términos técnicos relacionados con la composición del cabello y la química de los procesos de salón:
pH (potencial de hidrógeno): Escala que mide la acidez o alcalinidad de una solución, fundamental en cosmética capilar. Va de 0 a 14, donde pH 7 es neutro, valores menores son ácidos y mayores son alcalinos (básicos). El cabello y el cuero cabelludo tienen un pH natural ligeramente ácido, alrededor de 5. Esto mantiene la cutícula cerrada y el cuero cabelludo equilibrado. En peluquería, se manipula el pH de los productos para lograr ciertos efectos: por ejemplo, los tintes permanentes y decolorantes son alcalinos (pH alto, típicamente 9-10) porque la alcalinidad hincha el pelo y abre la cutícula, permitiendo que los pigmentos penetren o que la decoloración actúe en el córtex. En cambio, los tratamientos posteriores como acondicionadores, mascarillas o neutralizantes son ácidos (pH bajo, 3-4.5) para contraer la fibra y cerrar la cutícula, fijando el color o la forma, y aportando brillo. Un equilibrio de pH es crucial: si el pelo permanece demasiado alcalino, queda poroso, áspero y vulnerable; si se acidifica correctamente tras un servicio, recupera fuerza y suavidad. Los estilistas profesionales tienen en cuenta el pH de los productos (muchos vienen formulados ya con el pH óptimo) y a veces emplean neutralizantes adicionales si sospechan que el pH no volvió al rango adecuado. En resumen, entender el pH es entender cómo reacciona el cabello ante cada producto: por qué un permanente necesita ser alcalino o por qué un vinagre de enjuague (ácido) puede dar tanto brillo.
Cutícula capilar: Es la capa externa del cabello, formada por células planas y transparentes dispuestas como escamas o tejas superpuestas. La cutícula funciona como una coraza que protege el córtex interno de agresiones externas y a la vez controla el brillo y la textura al tacto del cabello. Cuando la cutícula está cerrada y lisa, el cabello se ve brillante, suave y retiene mejor la humedad y el color; cuando está abierta o levantada (por procesos químicos fuertes, calor o maltrato), el cabello luce opaco, áspero y se enreda fácilmente, además de perder hidratación con rapidez. Muchos tratamientos se enfocan en la cutícula: por ejemplo, el acondicionador post-champú es ligeramente ácido para sellarla; al contrario, para que un tinte penetre se debe abrir la cutícula con amoníaco (alcalino) y/o calor. Visualmente, una cutícula dañada provoca el fenómeno de encrespamiento (frizz), ya que las escamas levantadas hacen que el pelo absorba humedad ambiental y se expanda desordenadamente. La cutícula también puede erosionarse hasta desaparecer en cabellos muy castigados, dejando el córtex expuesto. Por eso, gran parte de la salud capilar se refleja en la cutícula: un buen profesional evalúa su estado al tocar el cabello (rugoso vs suave) y al mirar el brillo. Cuidados como el uso de serums de silicona, aceites o enjuagues ácidos ayudan a alisar la cutícula temporalmente, mejorando la apariencia del cabello. En definitiva, la cutícula es la “primera línea” en la estructura del cabello y su manejo es central en cada servicio de peluquería.
Córtex: Es la estructura interna principal del cabello, ubicada debajo de la cutícula. Constituye la mayor parte de la fibra capilar y está compuesto por células alargadas repletas de queratina (proteína) y otros componentes. En el córtex residen tanto la fuerza y elasticidad del cabello como su color natural, ya que ahí se encuentran los gránulos de melanina. La disposición y unión de las proteínas en el córtex determina las propiedades mecánicas del cabello: un córtex sano hace que el pelo sea resistente a la tracción (no se quiebre fácilmente) y elástico (que pueda estirarse y volver). Prácticamente todos los cambios químicos en peluquería suceden en el córtex: cuando teñimos de forma permanente, los pigmentos artificiales penetran hasta el córtex y se fijan ahí; cuando decoloramos, destruimos la melanina en el córtex; cuando hacemos una permanente o alisado, rompemos y reconfiguramos enlaces del córtex para cambiar la forma del pelo. Por eso es tan importante la fase de apertura de cutícula: solo con la cutícula abierta llegamos al córtex. Muchas características visibles del cabello (fino/grueso, lacio/rizado) tienen que ver con cómo es el córtex y cómo están estructuradas sus células y enlaces. Los tratamientos reconstructores (como proteínas hidrolizadas, aminoácidos o bond builders) buscan reparar daños en el córtex rellenando brechas o uniendo cadenas rotas. En síntesis, el córtex es el corazón del cabello: lo que hagamos en él tendrá efectos duraderos en la apariencia y salud de la melena.
Melanina: Pigmento natural responsable del color del cabello (y también de la piel). En el cabello, la melanina se produce en el folículo piloso durante la formación de la hebra y se almacena en el córtex en forma de gránulos microscópicos. Existen dos tipos principales de melanina: la eumelanina, que produce tonalidades marrones a negras (presente en cabellos castaños y negros en gran cantidad, y en menor cantidad en rubios oscuros), y la feomelanina, que produce tonalidades rubias doradas a rojizas (abundante en pelirrojos, moderada en rubios claros). La combinación y concentración de estos pigmentos dan lugar a la amplia variedad de colores naturales de cabello. Por ejemplo, un cabello rubio ceniza puede tener poca eumelanina y algo de feomelanina; un cabello negro tiene muchísima eumelanina y casi nada de feo. Al decolorar, lo que hacemos es oxidar y destruir la melanina: por eso un cabello oscuro al decolorarse pasa primero por rojizo/naranja (se está eliminando eumelanina pero queda feomelanina resistente), luego amarillo (solo quedan restos de feomelanina) y finalmente casi blanco (melanina prácticamente ausente). En las canas, la melanina deja de producirse, por eso el cabello crece blanco o gris (mezcla de pelos blancos con algunos aún pigmentados). Con los tintes permanentes, se introducen nuevos pigmentos (artificiales) en el lugar de la melanina para cambiar el color. Conocer la melanina es importante para coloristas: por ejemplo, saber que un castaño oscuro tiene subtono rojo (melanina roja residual) y que necesitarás neutralizarlo si quieres un rubio cenizo. En resumen, la melanina es la pintura natural del cabello, y gran parte del arte de la coloración consiste en eliminarla, modificarla o cubrirla adecuadamente para obtener el tono deseado.
Queratina: Proteína fundamental que constituye aproximadamente el 80-90% de la composición del cabello (también está en uñas y capa externa de la piel). La queratina capilar es una proteína fibrosa formada por largas cadenas de aminoácidos (especialmente rica en cisteína, que contiene azufre). Estas cadenas se agrupan formando fibras más grandes que dan estructura y fortaleza al cabello. La queratina es responsable de la resistencia a la tracción del pelo (por eso un cabello sano puede estirarse bastante húmedo sin romperse) y también influye en su textura. Dentro del córtex, las cadenas de queratina se mantienen unidas mediante varios tipos de enlaces químicos: puentes de hidrógeno (débiles, se rompen con agua o calor pero se rehacen al secar/enfriar), enlaces salinos o iónicos (dependen del pH) y los enlaces disulfuro (fuertes, que dan la forma permanente lacia/rizada). Alterar la queratina y sus enlaces es lo que hacemos en la mayoría de servicios: por ejemplo, un planchado rompe temporalmente los enlaces de hidrógeno de la queratina para reacomodar las hebras lisas hasta el próximo lavado; un alisado químico rompe definitivamente algunos enlaces de disulfuro entre cadenas de queratina para que el cabello pierda su rizo. Los tratamientos de keratina cosmética funcionan rellenando huecos en la cutícula o córtex con queratina hidrolizada, mejorando momentáneamente la estructura del cabello dañado. Cuando el cabello se daña (por químico o calor), en realidad estamos dañando y perdiendo queratina de su estructura: el pelo se vuelve más débil, poroso, se quiebra fácil. Por eso, muchos productos reparadores contienen queratina u otras proteínas para intentar reforzarlo. En resumen, la queratina es el material básico del cabello, un polímero natural que los peluqueros intentan proteger y, si es posible, reponer parcialmente para mantener la melena fuerte y bonita.
Enlaces disulfuro: Son los puentes químicos fuertes que unen entre sí las cadenas de queratina dentro del cabello. Químicamente, son enlaces covalentes entre átomos de azufre de dos moléculas de cisteína (un aminoácido de la queratina). Estos enlaces disulfuro (–S–S–) son en gran parte responsables de la forma del cabello: la cantidad y distribución de enlaces disulfuro a lo largo de la fibra determina si el cabello es lacio o rizado. Por ejemplo, un cabello muy rizado tiene las cadenas de queratina enlazadas frecuentemente unas con otras formando estructuras curvas; un cabello liso tiene menos enlaces disulfuro entre cadenas distantes, permaneciendo las fibras más rectas y paralelas. Lo crucial en peluquería es que los enlaces disulfuro son modificables químicamente: los tratamientos de permanente o alisado los rompen usando agentes reductores (tioglicolato, hidróxidos, etc.), luego el cabello se moldea (sea en ruleros o alisándolo con plancha/peine), y finalmente se aplican agentes oxidantes (neutralizantes) que vuelven a formar nuevos enlaces disulfuro fijando la nueva forma. Así se convierte un cabello liso en rizado permanente, o viceversa. Sin romper estos enlaces fuertes, ningún cambio de forma de larga duración sería posible (las planchas o rizadores solo cambian enlaces débiles, por eso el efecto se revierte). La decoloración también afecta los disulfuro en cierto grado, debilitando el cabello (ese olor a azufre que a veces se percibe es por rompimiento de cisteínas). Los productos bond builders mencionados antes actúan precisamente sobre estos enlaces, restaurándolos antes y después de un servicio químico para evitar la rotura del cabello. En esencia, los enlaces disulfuro son los “pilares” internos del cabello: romperlos y reconstruirlos es la base científica de los grandes cambios de textura permanentes que ofrece la peluquería.
Amoníaco: Compuesto químico alcalino (NH₃) muy utilizado en coloración capilar permanente. En los tintes y decolorantes tradicionales, el amoníaco es el agente que eleva el pH de la mezcla, volviéndola fuertemente alcalina. Al aplicarlo en el cabello, esa alcalinidad provoca que la cutícula del pelo se hinche y abra, permitiendo que los demás ingredientes (como los pigmentos o el peróxido) penetren hasta el córtex y reaccionen eficazmente. Además, en tintes oxidativos, el amoníaco reacciona con el peróxido de hidrógeno generando moléculas intermedias que ayudan a activar los precursores de color. El amoníaco se identifica fácilmente por su olor fuerte y penetrante en los productos de coloración. Si bien es muy efectivo en su función, puede resultar irritante para las vías respiratorias y causar escozor en el cuero cabelludo en personas sensibles. Por eso, la industria ha desarrollado coloraciones sin amoníaco usando sustitutos alcalinos (como la monoetanolamina); estos productos sin amoníaco suelen emitir menos olor y ser más suaves, aunque el principio sigue siendo subir el pH. Tras un servicio con amoníaco, es clave enjuagar bien y aplicar un acidificante (como un acondicionador) para cerrar la cutícula nuevamente. En resumen, el amoníaco es un aliado químico clásico de los coloristas para asegurar que el color entre en el cabello, pero debe manejarse con cuidado y en proporciones controladas por la formulación, ya que su exceso maltrataría la fibra. Los profesionales reconocen su importancia histórica en la coloración, a la vez que se mantienen al día con las innovaciones que buscan resultados similares con menos agresión.
Peróxido de hidrógeno (oxidante/revelador): Agente químico oxidante (H₂O₂) utilizado como desencadenante de las reacciones de coloración y decoloración. En peluquería se presenta usualmente como crema reveladora u oxidante en diferentes volúmenes (10, 20, 30, 40 volúmenes, que corresponden aproximadamente a 3%, 6%, 9% y 12% de concentración). El peróxido cumple varias funciones vitales: en los tintes permanentes, oxida los precursores de color (unas moléculas pequeñas incoloras presentes en el tinte) convirtiéndolos en grandes moléculas de pigmento dentro del cabello, lo que produce el color visible y permanente; también aclara parcialmente el pigmento natural del cabello (melanina) para hacer espacio al nuevo color, especialmente con volúmenes más altos. En la decoloración, el peróxido es el componente que, junto con los persulfatos del polvo, libera oxígeno activo capaz de destruir la melanina, aclarando el cabello. La fuerza (volumen) del oxidante determina cuánto se aclara: un oxidante de 20 vol puede aclarar aproximadamente 1-2 tonos por sí solo (en tinte); uno de 30 vol aclara más y así sucesivamente, aunque también implica mayor daño potencial. Los profesionales eligen el volumen adecuado según la tarea: 10 vol para depositar color (tintes oscuros o tonalizantes), 20 vol para cobertura de canas o ligeros cambios, 30 vol para aclarar varios tonos o mechas, 40 vol solo en casos muy puntuales de decoloración fuerte o tintes superaclarantes, teniendo mucho cuidado. Tras el tiempo de actuación, el peróxido se inactiva en el enjuague. Es fundamental lavar bien, pues residuos de peróxido pueden seguir oxidando y dañando el cabello. En suma, el peróxido de hidrógeno es el motor de la coloración oxidativa: sin él, los tintes permanentes no funcionarían y la decoloración no ocurriría. Su manejo correcto – cantidad, volumen, tiempo – es parte del conocimiento técnico del colorista para lograr el efecto deseado minimizando el daño a la fibra capilar.
Pigmentos directos vs. pigmentos de oxidación: Dos tipos de moléculas colorantes utilizadas en productos de coloración capilar, que difieren en su modo de acción. Los pigmentos directos son colorantes preformados que ya tienen un color visible; se encuentran en coloraciones semipermanentes, en tónicos o mascarillas de color y en matizadores físicos. Al aplicarlos, estas moléculas se adhieren a la superficie del cabello o penetran ligeramente bajo la cutícula, aportando color instantáneamente sin necesidad de mezcla con oxidante. Son más grandes molecularmente, por lo que no entran profundo en el córtex, y por tanto su duración es limitada (se van con los lavados). Ejemplos: un tinte fantasía azul semipermanente deposita pigmento azul directo sobre el cabello decolorado; un shampoo morado para matizar rubios deposita pigmentos violetas directos para neutralizar amarillos. Por otro lado, los pigmentos de oxidación son componentes fundamentales de los tintes permanentes: en realidad comienzan como precursores incoloros (llamados usualmente paradiaminas o aminofenoles, entre otros). Al mezclar el tinte con el oxidante (peróxido), estos precursores sufren una reacción química de oxidación y se acoplan entre sí formando grandes moléculas coloridas dentro del córtex. Esas moléculas resultantes son mucho más grandes que la cutícula, por lo que quedan atrapadas en el interior, dando lugar a un color permanente que no se lava fácilmente. Por ejemplo, para crear un castaño, en la crema colorante vienen precursores amarillos, rojos, azules en forma incolora; con el oxidante reaccionan y forman los pigmentos marrones que quedan en el pelo. La diferencia práctica es que los pigmentos directos ofrecen colores vibrantes sin dañar (no requieren oxidación), pero temporales; los de oxidación logran cambios duraderos y cobertura de canas, pero necesitan del proceso químico (y amoníaco, etc.). Ambos tipos son importantes en peluquería: un profesional utilizará pigmentos directos para matizar o para colores fantasía temporales, y pigmentos oxidativos para cambios de color permanentes. Entenderlos ayuda a predecir la duración y comportamiento de un tinte: por ejemplo, saber que un rojo vibrante semipermanente se irá deslavando (pigmento directo), mientras que un rojo permanente alteró la base del cabello y dejó pigmentos dentro (costará más quitarlo). En resumen, son dos caminos distintos para colorear el cabello, cada uno con su química y sus aplicaciones particulares en el salón.
Neutralizador: Producto químico utilizado tras ciertos procesos (especialmente permanentes rizados o alisados) para detener la acción del químico principal y fijar el resultado. También llamado fijador en el contexto de la permanente, suele contener agentes oxidantes (como peróxido de hidrógeno o bromato de sodio) en baja concentración y con un pH ácido. Su función principal en una permanente o alisado es reconstituir los enlaces disulfuro que fueron rotos por el agente reductor, “congelando” así la nueva forma del cabello (sea rizo o lacio). Por ejemplo, después de rizar el cabello con la loción de permanente y dejarlo enrollado en los bigudíes, se aplica el neutralizante sobre los rulos; este penetra y vuelve a unir las cadenas de queratina en la forma en que están (rizadas alrededor del bigudí). Tras unos minutos, se enjuaga y se quitan los bigudíes: el cabello queda rizado permanentemente. En un alisado con tioglicolato, tras planchar se aplica neutralizante peinando el cabello lacio; ello fija los enlaces en posición recta. Además de esta función estructural, los neutralizadores suelen tener pH ácido para cerrar la cutícula y suelen contener ingredientes para llevar el cabello a un estado químicamente estable (ya sin residuo activo). Es crucial respetar bien los tiempos y la saturación con el neutralizante en estos servicios: un neutralizado insuficiente puede hacer que el rizo se caiga pronto o que el cabello quede débil porque no se formaron bien los nuevos enlaces. En suma, el neutralizador es la “parte 2” indispensable de cualquier proceso de transformación permanente del cabello; sin él, los cambios serían temporales y el cabello quedaría en estado frágil. Los estilistas se aseguran de aplicar el neutralizante de manera uniforme y por el tiempo indicado para garantizar que el resultado final del proceso químico sea duradero y el cabello recupere un equilibrio apropiado tras la química aplicada.
Conclusión: Manejar con soltura este vocabulario técnico es signo de profesionalismo en el mundo de la peluquería. Desde nombrar correctamente un balayage hasta entender qué ocurre en el cabello a nivel molecular con un tratamiento de keratina, cada término de este glosario refleja conocimientos que diferencian a un experto. Al estudiar y familiarizarse con estas palabras, los estilistas pueden comunicarse mejor con colegas y clientes, explicar procedimientos con claridad y ejecutar las técnicas con mayor precisión. Master Hair Academy se enorgullece de contribuir a la formación integral de los peluqueros, proporcionándoles no solo la práctica sino también la teoría y la terminología que sustenta su arte. Esperamos que este glosario técnico te haya sido útil como referencia y aprendizaje, reforzando la idea de que la peluquería profesional es una disciplina rica en conocimiento especializado. Dominar estos términos clave ayudará a posicionarte como un experto confiable ante tus clientes y a elevar el estándar de calidad en cada servicio que brindes en el salón.